Cinco minutos a solas by Paul Cleave

Cinco minutos a solas by Paul Cleave

autor:Paul Cleave [Cleave, Paul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2014-10-21T00:00:00+00:00


Capítulo treinta y nueve

Me siento en el coche, con la cabeza dándome vueltas. Ante mí se despliegan montones de caminos diferentes, montones de futuros posibles para Schroder. Esto no tiene sentido. De toda la gente… Quiero decir… ¿Qué diablos?

Intento pensar que todo ha sido una coincidencia. Schroder fue de madrugada a comprar una cortina de ducha, porque necesitaba una, y compró una segunda de repuesto. Debo suponer que la suya se rompió de las anillas y él tenía muchas ganas de ducharse a las cuatro de la madrugada, así que fue al supermercado a comprar una cortina nueva. ¿Qué le quedaba? ¿Derramar agua por todo el suelo del baño? Sería una estupidez. Y, si has roto una, lo lógico es asegurarte de tener una de repuesto para la próxima vez que algo así ocurra. Los otros suministros no eran para ocultar el olor a lejía, sino para ocultar los olores normales del hogar. Quizá se había estropeado algo de carne y la había tirado a la basura. Tiene sentido. Es muy lógico. Después de todo, si vas a comprar una cortina de ducha, tiene que ser en algún momento, ¿no? ¿Y no es tan buena la mitad de la noche como la mitad del día? No me imagino a Schroder cómodo entre grandes multitudes; no desde el tiroteo. Probablemente le gustan los lugares tranquilos y silenciosos. Probablemente le gusta…

—Maldita sea. —Golpeo el volante—. Maldita sea.

Suena mi móvil. Es Hutton. De repente, siento que me ha pillado, que sabe dónde acabo de estar y que esto será una prueba. Si entrego a Schroder, entonces, ¿qué? Se convierte en una simple cadena de sucesos: lo arrestarían. Si negara los cargos, habría un juicio. Si se declarara culpable o lo encontraran culpable, iría a la cárcel. ¿Y después? Con la entrada en vigor de la nueva ley, ¿sería posible que el primero en ser juzgado por la pena de muerte sea Schroder?

Sí. De hecho, es más que posible, creo que es probable. Creo que la fiscalía pedirá la pena de muerte para demostrar que nadie está por encima de la ley; que, si cometes un delito, tendrás que cumplir la condena, y quizá te cuelguen. Demostrarán que, si están dispuestos a colgar a un policía, entonces estarán dispuestos a colgar a cualquiera. Esto hará que en el futuro sea más fácil declararse culpable. Los criminales se declararán culpables y aceptarán veinte años antes que arriesgarse a la soga. ¿Y será una soga? Eso es lo que solía ser, antes de que se aboliera la pena de muerte, a mediados del siglo pasado. ¿Y ahora? Puede que la tecnología haya avanzado en la fabricación de las cuerdas, pero el efecto seguirá siendo el mismo. ¿Se les ocurrirá algo mejor?

Contesto al teléfono.

—¿Dónde estás? —pregunta Hutton.

—Voy de camino a hablar con Kelly Summers.

—¿Ahora? ¿Por qué has tardado tanto tiempo?

—Pensamos que sería buena idea comprobar las grabaciones de vigilancia de la gasolinera en busca del calvo. Quizá estaba siguiendo a Summers, o siguiendo a Smith.

—¿Y ha salido bien?

—Aún no estoy seguro.



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